Leer es imaginar, reflexionar y comprender, interpretar y recrear ; leer es establecer relaciones, es comparar, es producir significado. Leer no es asentir, no es simple traducción de fonemas ni mera descodificación de signos gráficos a una velocidad vertiginosa.[1] Leer es aceptar la interlocución con un texto. La lectura es una pasión, una aventura, un riesgo.
La lectura es un proceso dinámico y flexible, en el cual el pensamiento y el lenguaje están involucrados en una transacción [2] permanente, cuando el lector intenta construir significado a partir de un texto escrito. Sin producción de significado no hay lectura. En este sentido, la lectura es considerada un acto productivo, porque leer es generar significado. El lector convierte en ideas, en pensamientos, en proposiciones, los signos gráficos que se encuentra en el texto escrito. La lectura, por lo tanto, es un proceso muy activo : todo texto, para ser interpretado, exige una participación dinámica del lector ; toda lectura necesariamente es interpretación y lo que un lector es capaz de comprender y de aprender por medio de la lectura depende en gran medida de lo que ese lector conoce y cree antes de leer el texto.
Leer es una actividad mental compleja que involucra diversos actores, operaciones y factores, todos ellos relacionados entre sí. Estos tres elementos son determinantes en el momento de definir estrategias que tengan como finalidad desarrollar una mayor competencia lectora. A continuación, presentaremos algunos aspectos relacionados con cada uno de estos elementos.
1.
Los actores :
En el proceso lector identificamos tres actores : el autor, el texto y el lector.
El autor : es quien produce, por medio del lenguaje, un texto portador de significado y con una determinada intención comunicativa. Tiene existencia, al igual que el lector, como sujeto social y como sujeto textual. Para nosotros, esta segunda dimensión es la que tiene mayor pertinencia en el proceso lector.
El texto : es la unidad fundamental de la comunicación verbal humana. Como la noción de texto tiene variadas acepciones,[3] es conveniente precisar aún más a qué nos vamos a referir cuando hablemos de texto : cualquier secuencia coherente de signos lingüísticos, producida por un escritor en una situación concreta y con una intencionalidad comunicativa específica.
El texto es, pues, un enunciado o un conjunto de enunciados organizado de manera coherente, dotado de significación y producido con una intención específica en una determinada situación comunicativa.
Los textos escritos tienen una estructura sintáctica, una estructura semántica y unos recursos cohesivos, que les proporcionan su unidad. En estos términos, el texto puede ser una oración, un conjunto de oraciones o una secuencia de párrafos que cumple una función de interacción y comunicación.
El lector : es quien construye significado a partir del texto en ausencia del autor. Es un actor crucial en el proceso puesto que es exclusivamente él quien reconstruye el sentido. Para nosotros, los esquemas[4] y la labor de este actor tienen una enorme importancia; tanta como su actitud y su disposición frente al texto. Como sujeto cargado libidinalmente, el lector establece una relación afectiva con el texto.
Una pedagogía de la motivación para la lectura incurriría en un error imperdonable si olvidara este detalle.
Sin embargo, las investigaciones realizadas en las dos últimas décadas sobre la comprensión e interpretación de los textos escritos, dan cuenta de dos orientaciones principales : las que se sitúan desde la perspectiva del lector y sus esquemas de conocimiento previo y las que se sitúan desde la perspectiva del texto y su organización estructural.
Una vez ha sido generado, el texto escrito pasa a tener una existencia independiente a la de su autor como sujeto social. Pero no puede tener una existencia independiente de sus lectores. Pues como objeto verbal, el texto sólo existe en la relación dialógica que establece con un lector.[5] No se concibe como una estructura autosuficiente que se basta a sí misma y que engloba en su seno todo el sentido, como lo creyeron Jakobson y Lévi-Strauss, sino un escenario que exige la cooperación interpretativa del lector para la construcción del significado. Umberto Eco (1980) nos habla del principio de cooperación del lector : “Leer no es un acto neutral, pues entre lector y texto se establecen una serie de relaciones complejas y de estrategias singulares que muchas veces modifican sensiblemente la naturaleza misma del escrito original” (Lector in fabula : el papel del lector).
Así pues, el significado no reside como algo ya hecho y definitivo en el texto, y por supuesto que tampoco en el lector, sino que sucede o se genera durante la relación dialógica entre texto y lector.
Si todo texto es un tejido, como lo afirma Barthes (1984 :81), es el lector, con sus lecturas y relecturas, quien se encarga de re-crear ese tejido. Si todo texto es una polifonía o, mejor aún, una sinfonía, entonces sus diversas voces sólo existen porque son atentamente escuchadas por el oído de un solícito lector.
La lectura comprende una serie de operaciones parciales que no deben confundirse con la totalidad del proceso.
Para Ernesto García Alzola (1975 :103), la lectura es un proceso que comprende las siguientes operaciones :
1. Percepción e interpretación de los símbolos gráficos.
Lógicamente sólo podemos interpretar los símbolos gráficos de las lenguas cuya
escritura conocemos.
2. Reconocimiento de las palabras y de los signos auxiliares.
Cuando leemos, reconocemos que esos símbolos gráficos son palabras portadoras
de significado. En los textos, las palabras aparecen acompañadas de unos signos
auxiliares, como los signos de puntuación, por ejemplo.
La comprensión de un texto no se limita, de ninguna manera, al simple reconocimiento del significado de cada una de las palabras que lo conforman, pues el sentido que el lector construye a partir del texto no equivale a la sumatoria de los significados de todas sus palabras. Además, debemos recordar que en los textos unas palabras están relacionadas con otras, están con-textualizadas, y por tanto, sus significados pueden ser literales, contextuales o, incluso, figurados.
3. Comprensión de significados.
A esta tercera operación también podríamos llamarla producción de significados. Estos significados, que están en relación directa con la naturaleza de los textos, nos permiten establecer la siguiente tipología:
a. Significado literal :
es el que se refiere de manera directa y obvia al contenido del texto. Es el mismo
significado denotativo que presentaremos en la unidad 10 : La significación.
b. Significado complementario :
incluye todos los conocimientos que enriquecen o aclaran el sentido literal o figurado del texto. Este tipo de significado es una construcción propia del lector y corresponde básicamente a lo que hemos denominado sus esquemas.
c. Significado implícito :
como la palabra lo indica, es aquél que no está expresado abiertamente, debemos inferirlo o deducirlo a partir de una cuidadosa labor de cooperación, de la identificación de ciertas claves, pistas o sugerencias ofrecidas por el texto. Es un significado que subyace tras la superficie. Generarlo nos exige saber leer entre líneas. Como es un significado que está oculto, apenas insinuado, puede provocar ambigüedades y múltiples connotaciones.
De esta manera, podemos concluir que la comprensión de textos de carácter científico está relacionada directamente con el significado literal y con el complementario. Mientras que la comprensión e interpretación de textos literarios, filosóficos, políticos, etc. — textos no científicos — depende en gran medida del significado implícito.
Las dos primeras operaciones, percepción e interpretación de los símbolos gráficos y reconocimiento de las palabras y de los signos auxiliares, corresponden en el proceso lector a la descodificación. Ésta puede entenderse, entonces, como la capacidad de descifrar el código del texto y reconocer su significado.
La tercera operación, comprensión o producción de significados, corresponde a una segunda fase del proceso lector : fase de comprensión e interpretación del texto.
Así pues, leer es una actividad compleja que involucra diversas operaciones mentales, asociadas la mayoría con procesos intelectuales superiores —cuando leemos, ponemos en funcionamiento variadas operaciones del intelecto [6] : reconocer, clasificar, asociar, analizar, sintetizar, comparar, inferir, etc.—.
Estas operaciones identificadas por García Alzola, tienen una relación muy estrecha con los ciclos de lectura a los que alude Kenneth Goodman : óptico, perceptual, sintáctico y semántico.
3.
Los factores :
En el proceso lector participan unos factores de naturaleza variada : físicos, fisiológicos, psicológicos, socioeconómicos, culturales y cognoscitivos.
a. Factores físicos y fisiológicos :
la edad cronológica, el sexo, aspectos sensoriales (visuales y auditivos).
b. Factores psicológicos :
el equilibrio emocional, la autoestima, la confianza en sí mismo, etc.
c. Factores socioeconómicos y culturales :
el estrato social, el grupo familiar, la comunidad, la escolaridad, los círculos culturales, etc. Estos factores constituyen una constante que, en relación con la lectura de los textos — y obviamente también con su escritura —, afecta los intereses, la motivación, el acceso y la familiarización con los textos mismos. Los factores socioeconómicos y culturales son conocidos también como factores exógenos del proceso lector. Estamos convencidos de que estos factores tienen un alto grado de responsabilidad en las deficiencias de lectura y de escritura que en la actualidad presentan los estudiantes.
d. Factores cognoscitivos :
la inteligencia general, las habilidades mentales específicas, la atención selectiva[7] y la memoria.
[1] Es indudable que no siempre leemos de la misma manera ni con el mismo propósito. Pero no podemos olvidar que la mayoría de nuestras consideraciones sobre la lectura, apunta a la llamada lectura de estudio, la lectura que debemos realizar en el ámbito académico.
[2] Este concepto de transacción fue expuesto por Louise Rosenblatt (1978), fundamentada en Dewey y Bentley. Estos autores rechazaban el término interacción por considerarlo asociado a una visión mecanicista del mundo, en la que impera el dualismo sujeto - objeto. En su reemplazo, hablaron de transacción, para referirse a una relación integral, no fracturada, en la cual todas las partes se condicionan y se afectan unas a otras. De tal forma que en el proceso de la lectura, las características del lector son tan importantes como las características del texto.
[3] Por ejemplo, para Halliday texto es “todo lo que se escribe o se dice en una situación específica”. Para Barthes, el texto es un tejido en el cual se hacen presentes varias redes : una red semántica, una red gramatical y una red fonológica. Además, la noción de texto puede hacer referencia a texto oral, escrito, iconoverbal u objetual. Por tanto, un texto debe ser objeto de un análisis interdisciplinario : lingüístico, pragmático, sociolingüístico, lógico, psicológico, etc.
[4] Los esquemas tienen que ver con el conocimiento previo del mundo que el lector posee. En otras palabras, podemos decir que los esquemas son paquetes de conocimiento estructurado, más o menos estables, que orientan la comprensión y la búsqueda de nueva información por parte del lector. Los esquemas son también procesos activos mediante los cuales el sistema cognitivo de un ser humano interactúa con el medio y construye una representación del mismo.
[5] Esta concepción integradora de texto y lector se aparta de la concepción dualista, expuesta por diferentes autores, en la que texto y lector se consideran dos entidades separadas.
[6] “La ciencia neuropsicolingüística confirma que leer, que la aparente y simple lectura, pone en funcionamiento y requiere de la presencia efectiva de un número superior a once habilidades intelectuales diferentes, once habilidades intelectuales diferentes” Miguel de Zubiría (1995 :21).
[7] Las implicaciones de la “atención selectiva” en el proceso lector son de una enorme importancia. Para ampliar este concepto, ver el artículo de María Eugenia Dubois, “Procesos de lectura y escritura, formación del docente, desarrollo de lectores y escritores”, en : Memorias segundo encuentro de Egresados y Estudiantes de Educación : Español y Literatura, Universidad de Antioquia, Medellín, 1996, p.p. 33 - 47.
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